De Shaolin a Nueva York – Entrevista con Shi Yan Ming
Por Raul Tortolero – La Revista del Periódico El Universal
El monje guerrero que escapó de China
Por Raúl Tortolero
Sólo unos cuantos están considerados como «Héroes Shaolin» dentro del ancestral templo del mismo nombre.
Se alcanza ese estatus a través de décadas de esfuerzo. Y son menos quienes son catalogados por el gobierno chino como «Tesoro nacional». Shi Yan Ming obtuvo ambos reconocimientos. Entonces decidió vivir en Estados Unidos.
La gente se revolvía con expresión confusa, el rostro pálido por el cansancio de los vuelos, en la sala de llegadas del aeropuerto de la ciudad de México. Es el mediodía del lunes 24 de Octubre de 2004. Avanzan lentos rodando maletas los recién aterrizados. Menos uno. Un tipo rapado y correoso, de 1.65 de estatura, ojos orientales, sin un gramo de grasa. Da largos y
rápidos pasos. Prendido, energizado. Sus dos acompañantes Heng Po y un muchacho del Bronx lo siguen, no tan despiertos como él. De pronto reconoce al artista marcial Daniel Corona -uno de los más activos de México- y exclama: «¡Chi!», saludando con una expresión clásica en el Kung fu, que significa «fuerza de vida», o en caló chilango, aproximadamente: ¡Pila!, o ¡Ánimo».
-¡More Chi, train harder!» -grita enseguida. Es decir: «¡Más fuerza, entrena más duro!». Ésta es la frase de batalla de la escuela que fundó hace 10 años en Nueva York, el USA Shaolin Temple. Se trata del Sifú -o maestro- Shi Yan Ming, un monje de 40 años que desde los cinco entrenó en el mítico templo Shaolin, en la provincia de Henan, China. Shaolin es conocido no sólo por su práctica de budismo chan (zen, en japonés), sino por ser el caldo de cultivo de la mayoría de las artes marciales actuales.
Fundado hace 1500 años, el centro era ya budista chan cuando llegó un personaje legendario: Bodidharma. Un monje budista iluminado, que viendo a los monjes debilitados por largas meditaciones, ideó un sistema de movimientos para el desarrollo de la energía, el «chi», que mejora la salud, previene enfermedades y es la base para el combate marcial. Ese es el nacimiento del Kung fu.
«Kung fu» es el nombre occidental de la disciplina que en China se conoce como wushu, es decir, literalmente, artes marciales»; se basa en la filosofía clásica china y contempla varias formas de lucha: a puño, armada y rutinas, se describe en el libro El poder del Kung Fu de Wu Bin, Li Xingdong y Yu Gongbao.
AFILA TU CUCHILLO
«El Kung fu significa la vida», explica Yan Ming, con quien platicamos en un restaurant italiano, deglutiendo carne de res con cerveza. «Es entendimiento, respeto, paz y amor». Y despliega su filosofía: «Del alba hasta entrada la noche, tienes que afilar tu cuchillo, debes afilar tu vida y retarte». Y el Chan «es tu vida misma. La gente quiere demasiado, piensa demasiado y por ello te sientes mal.
Con el Chan lo simple es bello, todo lugar es tu templo. Lo puedes practicar donde quiera que te expreses en una forma magnífica». Shaolin es legendario por dos causas: el budismo Chan y el Kung fu. Ambas, tradiciones conservadas y desarrolladas a través de todas las dinastías. Shi Yan Ming es el nombre que este duro maestro recibió al ingresar en ese recinto. «Shi», en honor del fundador del budismo, Shakyamuni. «Yan» es 34 generación de Shaolin, y «Ming» es brillante/perpetuo, como la rueda del dharma.
Este alegre mas impertérrito sacerdote es quien en 1992, al final de la primera gira de los monjes Shaolin -de quienes era el entrenador principal- por Estados Unidos, decidió quedarse en San Francisco, en parte por estar cansado de la vigilancia de 24 horas de los guardias rojas que restringían su trabajo, y porque deseaba brindar su sapiencia al mundo entero.
«En China no me permitían expresar mi filosofía. El gobierno hizo la revolución cultural durante 10 años, hasta 1976, cuando murió Mao. En ese periodo los soldados destruyeron muchos templos budistas que abrigaron durante generaciones cosas de valor, que no puedes comprar, incluyendo el templo Shaolin», lamenta con voz suave y firme. Los monjes guerreros se dispersaron. Después del 76, algunos regresaron y el conocimiento ancestral siguió transmitiéndose.
ESCAPANDO AL COMUNISMO
A la medianoche Yan Ming abandonó un hotel vigilado por agentes chinos, abordó un taxi sin saber una palabra de inglés, y a señas se alejó. Mientras, el líder del tour de los guerreros Shaolin se daba cuenta de que Yan Ming los había abandonado y llamaba a uno de los hombres más poderosos de Beijing, quien le advirtió que lo trajera de regreso.
El taxista, hastiado de no entender una sílaba, bajó a nuestro personaje en el primer restaurant chino. Ahí fue hospedado una semana al tiempo que enseñaba Kung fu a sus paisanos. Pero Yan Ming no se quedaría en EU para eso. Quería enseñar a todas las razas. Viajó a Nueva York. Con la ayuda de algunos discípulos rentó un espacio y empezó el primer Templo Shaolin fuera de
China, ahora ubicado en Manhattan. Importantes empresas televisivas como la BBC, Discovery Channel, MTV Europa, y la revista Time, le han dedicado amplios reportajes a este peculiar inmigrante, convertido en maestro de Björk y Wesley Snipes, entre otros famosos.
«Mi misión en la vida es compartir mi conocimiento con tanta gente como sea posible», explica. EU le concedió una tarjeta verde a las dos semanas. Y ha podido regresar a China dos veces. Enseña a gente de todo el mundo, a niños, abuelos, gordos y flacos. Pagando 120 dólares al mes -algo módico para Nueva York- se puede ser entrenado por un experto llegado de Shaolin, alguien capaz de romper ladrillos y tablas, de pararse de manos en dos dedos, alguien que puede dormir sobre un pie «como un gallo». Alguien cuyo objetivo básico es difundir el milenario estilo Shaolin en Occidente.
BUDISMO SIN REGLAS
Del aeropuerto chilango Yan Ming se dirigió a las pirámides de Teotihuacan, antes de visitar Acapulco y luego Cuernavaca, donde impartiría un curso con asistentes de todo el país.
Este monje budista y gurú del kung fu se muestra decidido, alegre, fluido. A casi todo responde: «no problem, no problem», al reír parece de 18 años, pero concentrado para asestar un golpe atemoriza. «Ser un practicante de Kung fu -dijo a People+arts- es ser tan suave como el algodón y tan duro como el acero».
Los budistas no comen carne, no toman alcohol, ni se casan ni tienen hijos -Pero los monjes Shaolin no tenemos reglas -saborea una michelada-splendid, fantastic. Las únicas reglas son el amor, la paz, ayudar a los demás, y el respeto.
Llega al restaurant adjunto a las pirámides la barbacoa de chivo. La baña en salsa picosa y alaba su sabor. Pero rechaza el queso -¡Es malo para la circulación!
Yan Ming está casado con una coreana y tiene un hijo. Los monjes Shaolin rescataron de un secuestro al vástago de un emperador, usando el Kung fu, y por ello fueron exentados de toda privación -La vida es breve: todo el tiempo la estamos
celebrando -y va al sanitario bailando. Oscurecía cuando regresamos al DF. Daniel manejaba, íbamos escuchando «Killing me softly» en la voz tersa y sexy de Lauryn Hill. «Suena como una joya», se extasiaba el monje, como niño. «La filosofía debe conducirnos a la felicidad», respira.
Invitado por Daniel Corona, Yan Ming estuvo en nuestro país de Octubre a noviembre de 2004. Regresará a Cuernavaca, el 21, 22 y 23 de octubre próximos, a impartir su segundo seminario. Daniel Corona fundó su primera academia en esa ciudad en 2002, ahora convertida en el Templo Shaolin de México, AC, mediante una ceremonia oficiada por el huésped.
SHAOLIN ES LA VIDA
Está vestido como monje tibetano en naranja y amarillo. Es el mismo de quien la revista Time asegura que en China levantó 23 kilos… con los testículos.
«Sirve para desarrollar el chi. Se trata de pararte y sostener un peso. Sin problemas», sonríe. Le pregunto qué piensa del dolor. «Es parte de nuestras vidas. Es bueno. Lo disfruto. Hay que tratar de disfrutarlo, sin quejarse. Primero un poco y luego más».
Como fruto del entrenamiento Shaolin asegura: «Puedo dormir como un gallo sobre una sola pierna». ¿Y cuál es el propósito de dormir así?, cuestiono. «Todos tenemos un cuerpo y una mente maravillosos: tenemos que usarlos, que expresarlos». ¿Y qué me dice de pararse de manos durante 30 minutos? «Muy simple. Sin problemas. Tu cabeza se torna pesada, y sientes los ojos desencajados. No es peligroso, es positivo para la salud. Hoy lo haces 30 segundos, luego 31, y así».
Todo le parece fácil luego de 35 años de practicar Kung fu. Ingresó a los cinco años en Shaolin.
«Recuerdo ese día como entrando a un lugar muy impresionante, muy pacífico, muy callado. En esa época no mucha gente iba al templo Shaolin, por la revolución cultural, en 1969».
-Usted estuvo enfermo y se recuperó de pronto. Sus padres atribuyeron la curación a Buda -le pregunto.
-Estuve muy enfermo a los tres años. Casi moría. Mis padres gastaron todo el dinero, vendieron todo, incluyendo las sillas, la mesa, para salvarme la vida. Un médico usó acupuntura para curarme finalmente. Atribuyeron mi alivio a Buda.
Y narra sus impresiones en el templo: «El templo Shaolin es distinto de otros templos budistas. Ahí el maestro es como un padre, y con los alumnos se forma una familia». Los maestros son reconocidos por su dureza con los discípulos. «Y si no
cambias, tendrás un problema. Podían dejarte en tus rodillas por cinco horas». Empero, resume esa gran experiencia en una palabra: «Shaolin es la vida».
Después de esa estricta vida monacal, podría no resultar cómodo vivir en la capital del dinero.
-¿No le molesta vivir en la capital monetaria de un imperio consumista, no muy religioso?
-Cuando camino por las calles y veo gente que no está feliz con sus vidas y me siento mal, y deseo que de alguna manera ellos puedan expresar sus vidas en otra manera. Por eso trato de tener más ramas del templo Shaolin de Estados Unidos, tantas como sea posible.
En su web site se explica que se pueden dar donaciones desde 10, hasta un millón de dólares.
-¿A usted le gusta mucho el dinero, trata de hacerse millonario?
-Lo desearía. Para comprar tierra y construir un templo, no hay duda al respecto. El punto es que necesitamos mucho dinero para comprar tierra y construir un auténtico templo Shaolin en los Estados Unidos. La gente tendría un espacio mayor, y así no
tendríamos que solicitar dinero. Podrían vivir ahí los discípulos, ser esa su casa, comer ahí.
-Podría criticarse que los monjes chan estén solicitando tales cantidades de dinero.
-La cosa es que tenemos gente que viene a entrenar desde Sudáfrica, Alemania, Austria, Rusia, Islandia, Australia y quieren quedarse ahí, pero no tienen el dinero para pagar el caro hotel, y no pueden cubrir ni sus comidas. Necesitamos más espacio.
Finalmente le pregunto qué fue lo más importante que aprendió en Shaolin, y qué fue lo más difícil. Y su respuesta es acaso una síntesis de un conocimiento milenario concentrado en este monje revolucionario que burló el yugo comunista:
«Lo más importante es entenderte a ti mismo. Lo más difícil es muy fácil: hay que retarse para practicar artes marciales».
Fin.
De Shaolin a Nueva York – Entrevista con Shi Yan Ming
Por Raul Tortolero – La Revista del Periódico El Universal
El monje guerrero que escapó de China
Por Raúl Tortolero